Sospechamos que
dentro nuestro hay siluetas que nos atraviesan con prontitud,
como ornamentación
onírica,
breves,
relampageantes.
A la loca de la
casa la vemos insistentemente.
Mientras estamos
con cien ojos en sus indicios, esos figurones multiformes no nos dicen nada,
el por qué.
Pero esquivas, se
asocian con coyunturas exteriores.
Hechuras históricas
que las dictan y les da perfiles de los acontecimientos reales de cada día.
Rutinarios.
Domésticos. Aburridos.
Que las representan
con entusiasmo, y que les prestamos mucha mayor atención.
Mientras sabemos
que estos quiebres de nuestro interior memoria y de nuestro exterior tangible
existen.
Creemos que
entendemos algo del mundo circundante:
que el que todas
las mañanas se levanta para ponerse las medias y andar, es el que vale;
mientras que aquél que da cabezazos de inventiva imaginativa está tratando de
un vicio de envejecimiento, de levedad.
La partida
superficial.
El quimerizante es
el embocinado necio del pueblo.
Pero al final,
cuando ya no hay
nada para explicarse,
cuando esa parte
del río ya pasó y no vuelve,
cuando lo único que
queda es el maquillaje del suceso real,
entonces todo es
otro,
no queda nada nada.
Mejor no pensar en
la disposición.
Todo… todo… es
ausencia.
Di